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Ernesto Jiménez
Economista y Comunicador social.

A 44 años de distancia

December 18, 2017
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“Un partido político tiene una finalidad y solo esa: La de luchar por el desarrollo político y social de su país”. Juan Bosch

Juan Bosch renunció a la presidencia y a la militancia del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en noviembre de 1973, debido, entre otras razones, a su convicción de que este partido “había cumplido su papel histórico en la política nacional” y por lo tanto, carecía de la capacidad de guiar al pueblo hacia mayores estadios de bienestar y progreso.  Esta razón, esgrimida por quien, en 1939, fundó dicha organización política, es fundamental para entender las causas que originaron, apenas 1 mes después, el nacimiento del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El 15 de diciembre de 1973, en el Congreso Constitutivo Juan Pablo Duarte, el Prof. Bosch, contando con 64 años de edad, anuncia al país y al mundo la formación del PLD, y a partir de allí se embarcó en la ardua tarea de organizar esta nueva organización política, con el interés expreso de dotar al pueblo dominicano de un instrumento político que culminara la obra libertaria de los fundadores de la Patria.

Esta organización nació imbuida de los preceptos teóricos, éticos y morales que Bosch, como máximo paradigma de dignidad y honestidad de los dominicanos, encarnaba; lo que a su vez, estableció a este nuevo instrumento político como “Un Partido único en América”, con métodos organizados de trabajo, disciplina, estudio y mística que pretendían romper con la concepción maquiavélica dominante de la política como ciencia del poder por el poder, y en cambio, asumir la visión hostosiana de esta ciencia, como el medio más alto de servicio a los intereses del pueblo.

Bosch estaba consciente de que era indispensable seguir fielmente estos principios para garantizar que el nuevo partido, surgido como antítesis de los vicios del PRD, no terminara cometiendo los mismos errores de este. En este sentido, Bosch, maestro por excelencia de la política nacional, entendía la importancia vital de educar a los futuros militantes para dotarles de la capacidad de solucionar los problemas nacionales, por lo que estableció los Círculos de Estudio como requisito indispensable para acceder a la categoría de miembro del partido. En estos círculos, el aspirante a militante debía estudiar y aprobar cursos de historia, sociología, economía, ética, derecho, diplomacia, política, geopolítica, entre otras materias esenciales para entender cómo funciona la sociedad y el Estado.

Luego de pasar por esta escuela política, el ciudadano obtenía la facultad de pertenecer al partido como miembro de pleno derecho, lo cual, como estableció su propio fundador, era la categoría más alta a lo interno de la organización, porque tanto el más humilde como el más encumbrado habían recibido la misma formación. Esa era la esencia de un partido, cuyo propósito principal era formar hombres y mujeres educados, comprometidos, honrados y conscientes de su papel sagrado de “Servir al partido para servir al pueblo”.

En estos momentos, a 44 años de distancia de ese “episodio extraordinario”, como lo catalogaría Stefan Sweig, esta organización política se debate en una profunda crisis existencial, como resultado del abandono de aquellos principios que fueron su razón de ser. La ambición exacerbada y el paso por el poder obnubilaron la conciencia de sus máximos beneficiarios, lo que, a su vez, les ha impedido entender que en la génesis del PLD se encuentra la explicación de su gloria presente, pues fue en base al estudio y a los métodos de trabajo del partido, que pudieron aplicar técnicas avanzadas de teoría y acción política que a la postre coadyuvaron a que se convirtieran en la fuerza más poderosa de la historia moderna de la República Dominicana.

Sin embargo, la historia está ahí, con su juicio implacable y sus terribles lecciones.  Aquellos que desde la cumbre observan impávidos el fruto de sus desaciertos, están a tiempo de entender que, si se pretende preservar al partido como herramienta para servir al pueblo, se deben abandonar las poses y los discursos vacíos, para entonces, proceder a trabajar en pos de fortalecer la institucionalidad interna, rescatar las estructuras, restaurar formación política y la disciplina… en fin, aprender del pasado para forjar el futuro. Lo que en resumidas cuentas, sencillamente significa que se debe volver a Bosch.

 

Ernesto Jiménez / El autor es economista y comunicador.

 

 

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