Al morir la tarde del 2 de agosto de 1914, Franz Kafka escribió en su diario: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia, por la tarde fui a nadar.”

Tal que, como Kafka, uno hubiese querido escribir en su diario político y sentimental, “Rusia invadió a Ucrania, en la tarde fui a caminar al Jardín Botánico”, pero no. 

Lo que está ocurriendo ahora mismo en algún barrio de Kiev, y advertido el mundo de lo que es capaz Vladimir Putin, nada tiene que ver con la literatura de Kafka, sino con el peor escenario al que se enfrenta el mundo desde la crisis de los misiles entre Estados Unidos y la URSS, en 1961. 

Hoy, estamos frente al fin del orden mundial creado por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, que ha sido injusto e imperial, pero que la posibilidad de una guerra nuclear sin sobrevivientes, vencidos ni vencedores, mantenía a rayas. Era la paz del miedo. 

Esta vez, y como siempre han hecho los países imperiales contra las naciones que ellos consideran su zona de influencia o patio trasero, Rusia ha invadido a un país soberano, mientras la ONU no hará nada, porque nada puede hacer, porque ya para muy poco sirve. (Todavía el mundo busca las armas nucleares que sirvieron de pretexto para que el ejército de Estados Unidos asesinara a miles de mujeres y niños al invadir Irak.)

Cuando algo está muriendo, algo está naciendo. A pasito lento, con cada crisis estamos viendo surgir un nuevo orden mundial multipolar donde Estados Unidos pierde influencia, la Unión Europea -frágil- se fracciona, el Reino Unido se aísla, mientras Rusia y China aumentan su influencia económica y geopolítica. Europa depende del gas ruso, un poco menos de lo que, de China, depende la estabilidad macroeconómica de los Estados Unidos.

Ante tal escenario, y advertido el mundo por el tobarich Putin, a los países periféricos, satelitales y “parteatrás”, sólo nos queda ya parafrasear a Facundo Cabral: “Que llueva, que llueva/, el mundo está en peligro/, cuidado hombre pequeño/, dos grandes se han reunido”. 

Nada hará la ONU porque para nada sirve ya, y ahí está el peligro: El mundo se ha quedado sin árbitro como a veces los amores se quedan sin luz, ¡ay!, y llegan las sombras. 

El miércoles Rusia invadió a Ucrania, por la noche fui a Baní.