Los hechos sociales están allá, anónimos y aislados.
De repente llega el periodista, los ausculta, toma notas, regresa a la redacción, los da a conocer a través de su medio y ¡Zas! crea así la actualidad.
Esa actualidad llega a los sentidos y genera una percepción que supera a veces la mismísima realidad para, a partir de ella, ayudar a tomar decisiones a los ciudadanos comunes y también a políticos y a los empresarios, a la vecina y al chinero de la esquina.
Precisamente por eso, hoy nadie pone en duda que las elecciones se ganan o se pierden en los medios de comunicación, -que ya incluye a las influyentes redes sociales-, y en especial en la televisión.
Es el nuevo mundo del Homo videns del que hablaba Sartori, derrotadas la palabra y el razonamiento abstracto frente a la imagen, a lo visual, que es lo parcialmente explica la escasez y la pobreza de los debates de ideas en la fauna política en todo Occidente. Unos debates que cada vez importan menos a los votantes.
¡A quién le importa hoy el contenido de un programa de gobierno!
En su locura de modernidad y sus prisas todo el día, el ciudadano de hoy carece del tiempo para profundizar o confirmar una información.
Por eso, feliz en la burbuja informativa que los algoritmos le crean, revisa su Facebook, se extasía en Twitter, se divierte en Instagram, mira el matutino, compra “la verdad” que le ofrece el diario o la radio, y sale a comerse el mundo, convencido de esa “realidad”, que no es más que la actualidad que le ha creado la prensa con sus noticias, análisis, crónicas, artículos, reportajes.
Por todo lo anterior, hoy más que nunca es fundamental el papel de la prensa en el fortalecimiento de la democracia.
La prensa de cada país es la expresión de la democracia que lo gobierna.
Las páginas físicas o virtuales del Listín Diario dicen más de la salud democracia dominicana que todos los manuales sociopolíticos con todos sus expertos.
Para conocer sobre la democracia estadounidense, no es a Chomsky ni a Huntington a quienes hay que leer sino al The New York Times.
Así como para los creyentes su Dios es la medida de todas las cosas, así, la prensa de un país es la medida de su democracia.
Ni más ni menos.
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