Los ciudadanos de la República Dominicana, un país que ostenta en su escudo nacional, las palabras, Dios, patria y libertad, están al riesgo—una vez más—de continuar el camino, advertido por Friedrich Hayek, hacia la servidumbre. Un legislador, recientemente, ha formulado una ley de música que ataca directamente la libertad del individuo dominicano. El anteproyecto de ley, bajo el nombre de proteger la música dominicana, impone que las estaciones de radio musicales del país, en su programación, transmitan un 40% de música folklórica dominicana y un 10% de música clásica. Esta ley, irónicamente, en vez de defender la música dominicana, logrará lo contrario. Para analizar las consecuencias que resultan de esta ley, es importante entender el sistema que gobierna las decisiones de los consumidores y emprendedores de una economía abierta. Los economistas Austriacos—como Ludvig von Mises, Friedrich Hayek, y Murray Rothbard—demuestran que, en un mercado, los consumidores y emprendedores, ambos, tratan de adquirir beneficios psicológicos o monetarios a través del consumo presente de bienes, o la venta de productos en el futuro, respectivamente. Los consumidores, con motivos de beneficios, se preguntan: ¿Qué producto me dará mayor rendimiento o satisfacción? Mientras que los emprendedores, con el mismo motivo, se preguntan: ¿Qué producto me producirá más beneficio? La respuesta para los consumidores depende de los gustos y preferencias individuales de cada consumidor. Para los emprendedores, la respuesta es similar, ya que las preferencias de los consumidores determinan el éxito o fracaso de sus proyectos. Es decir, las decisiones de los consumidores generan las señales más importantes para sus actividades: las pérdidas y las ganancias. Las pérdidas y las ganancias, en una economía, indican a los emprendedores, donde colocar los recursos de una economía eficientemente, para el beneficio mayor de los consumidores. Por ejemplo, si un empresario incurre en pérdidas debido a que sus costos son más altos que sus ingresos, esto es una señal de que debería salir de su línea de producción. Por lo contrario, si produce ganancias, ésta es una señal para que continúe ofertando su producto al mercado. Por lo tanto, a través de este sistema sinérgico y dinámico es que la coordinación voluntaria de la producción y consumo de bienes adquiere la necesaria eficiencia. Esta coordinación aplica a todas las industrias de una economía, incluyendo la radiodifusión. Hoy en día, los radiodifusores dominicanos, poseen la libertad de transmitir en sus emisoras lo que ellos consideren adecuado. Esta libertad, a su vez, les permite que elijan la música que ellos creen les producirá más ingresos. Por ende, aplicando la teoría presentada en el párrafo anterior, se concluye que si un radiodifusor transmite algo que el oyente no quiere escuchar, esto se traduce como perdida a la empresa. Y si elige la música que le gusta al oyente, se refleja como beneficio a la empresa. Por lo tanto, a través de este mecanismo, los oyentes de radio guían al radiodifusor con su selección musical. Si este sistema es obstaculizado con controles de música, el radiodifusor no tendrá la libertad de satisfacer al radioescucha al máximo grado. Porque tendrá que cumplir con reglamentos que fueron decididos por políticos y no por los oyentes. Al suceder esto, los sustitutos ya presentes para consumo, como el Internet, CDs, y los MP3 Players, recibirán mayor demanda, lo cual significará menos audiencia e ingresos para las radio estaciones. Las emisoras marginales que no podrán cubrir sus gastos serán vendidas o desaparecerán, señalando que la industria de radiodifusión ya no es tan próspera y no tiene la misma conexión y efecto que solía tener con sus oyentes. Aunque la música folklórica o clásica sea impuesta al radiodifusor, con una industria de radio con menos audiencia y emisoras, la preservación y protección de la música dominicana se reduciría. Si uno de los canales más importantes para los artistas dominicanos pierde su conexión con los oyentes, se convierte, paradójicamente, en un canal menos para que el artista llegue al oyente. La verdadera solución se encuentra en la libertad del músico y el oyente. La libertad de artistas, como Juan Luis Guerra y Anthony Santos, de crear la música que ellos consideren que más complace y conecta con su público. Y, la libertad del consumidor de decidir y expresar qué quiere escuchar. Por ejemplo, fue el oyente, a través de la Web, quien aprobó al vendedor ambulante, Rumai, con su efímero fenómeno “Palito de Coco”. Fue Toño Rosario quien decidió grabar este éxito y fueron las emisoras que decidieron transmitir esta canción. Si aplicamos la imposición (una forma de violencia) para defender la música dominicana, condenamos a todos los artistas dominicanos, porque les decimos que—a su propio mérito—ellos no pueden fomentar y preservar un aspecto vital de su cultura. No obstante, aparte de los efectos perjudiciales económicos, el verdadero peligro de esta ley no se encuentra en el porcentaje de control que el gobierno fuera a imponer. La amenaza verdadera, está en la idea que se disfraza de chauvinismo, detrás de la ley: la idea de que un legislador tenga el criterio de decidir que es lo correcto para la vida de los ciudadanos dominicanos. Esta noción es profundamente perjudicial para la humanidad. La única forma que las metas de estos políticos controladores se adquieren, son a través de medidas violentas que solo causan insatisfacción social, y, aún más importante, nos alejan de la paz. Ricardo Antonio Espaillat