El lógico desgaste de 20 años de poder, la renuncia de Leonel Fernández de la organización o la incapacidad de ralentizar el proceso de corrupción que desde Pedro Santana había ido en aumento y desfachatez con cada gobierno, son razones que pueden explicar la salida del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) del gobierno y la entrada del Partido Revolucionario Moderno (PRM) a la casona de la calle “Doctor Báez”.
Sin embargo, hay una razón que sobresale sobre las otras: Luis Abinader logró convencer a los dominicanos de que él era su único instrumento para sacar al PLD del gobierno, con la firme promesa de que, ya presidente, seguiría teniendo amigos, pero nunca cómplices, otorgando al Ministerio Público una libertad de acción nunca antes vista en gobierno alguno y así ha ocurrido.
El milagro de la Plaza de la Bandera en aquella primavera dominicana de 2020, el lograr poner de moda y que fuera la indignación de unos muchachos, -muchos de los cuales, hasta entonces andaban en el egoísmo alocado de sus pocos años-, no fue cosa de meditaciones centradas o rezos de fe del Presidente, sino de su capacidad de generar esperanza, que poco más que eso es un buen candidato: un generador de esperanzas que inspira a los votantes a apostar al futuro, cosa harto difícil en un mundo con un Homo Sapiens desconfiado ya hasta de sí mismo, incrédulo ante las promesas de políticos, curas, pastores, maestros, policías, portero o meretrices. Es el infierno.
Precisamente por todo lo anterior, la permanencia de Luis Abinader en la Presidencia del país, y del PRM en la administración del Estado más allá de 2024, dependerá de su capacidad, disposición y coraje para cumplir unas promesas que pasan por hacer más lenta y menos descarada la corrupción, no solo en el Estado sino también en el seno de una sociedad de prácticas perversas que van desde la letra chiquita de un contrato de servicio de una empresa “honorable”, hasta la elusión de grandes grupos económicos con sus genios intocables de la ingeniería financiera, hasta el vendedor de nísperos que en un funda de diez, coloca cuatro podridos en el fondo.
¿Qué ocurrirá con Luis Abinader y su gobierno, cuyo plan de recuperación ético/institucional del país incluye a sus propios compañeros de partido involucrados en posibles actos de corrupción?
De eso hablaremos en la próxima entrega, si Dios y don Pepín, así lo quieren.
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