Son los malos juegos del azar y la historia. Lo que en los seten­ta se cantó en defensa de Ango­la, podría cantarse hoy en todo el mundo occidental y democrático para que lo escuchara el pueblo ucraniano.

El son lo escribió Carlos Puebla, y dice: “Estamos más que seguros de la razón del hermano/, lo que es bueno para el Yan­qui/ para los pueblos es malo”. Solo que 47 años después, el Yanqui es Putin y el hermano es Ucrania.

Y aquí estamos “consternados, rabio­sos”, viendo cómo un tirano que al igual que Stalin (y a diferencia de Lenin) no cree en partidos ni en sociedad civil si­no en su ego, y por eso se ha ocupado de crear la leyenda del macho alfa, del “hombre mito”, tiene al mundo patas arriba, al borde de una conflagración sin posibilidad de vencedores.

En un reciente artículo para el New York Times, la exsecretaria de Estado USA, Madeline Albrigh recordaba la im­presión que dejó en ella su primera re­unión con Putin a inicios del 2000: “Es pequeño y pálido, tan frío que parece casi un reptil”. (…) “Putin está avergonzado por lo que le pasó a su país y está decidi­do a restaurar su grandeza”. Sabias pala­bras de la Albrigh, que 22 años después el tiempo ha confirmado.

Pero continuemos con los azares. En 1945 los norteamericanos aprovecharon el final de la Segunda Guerra Mundial para afianzar su imperio y re-marcar con tinta china lo que consideran su área vi­tal, su área de influencia.

Cincuenta y nueve años después de aquella guerra, y a partir de la creación en 1999, de la Comunidad de Estados In­dependientes (CEI) compuesta por doce estados postsoviéticos, Rusia está recons­truyendo el suyo, su imperio perdido. Una reconstrucción que pasa por recuperar (con cualquier pretexto y a cualquier pre­cio) todas las antigua repúblicas soviéticas, convertidas hoy en naciones soberanas.

Es el gran dilema de las democracias occidentales. Y están a tiempo.

Nadie que haya repudiado los atro­pellos imperialistas de USA contra nues­tras patrias americanas, puede apoyar las pretensiones de Putin de convertir aquel superado imperio socialista en un impe­rio capitalista, pero tiránico y alejado de los valores de la democracia,

Uno repudia la invasión a Ucrania, por lo mismo que en 1965 y hoy también repudia que el gobierno de los USA nos considere su patio trasero y como tal nos trate.