Ocurrió hace ahora mil años, al encontrarnos en aquella recepción tan VIP.
Por su condición de honorable congresista de la República, comencé a cuestionarle sobre el Senado y la urgente aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) que se discutía en ese entonces; sobre el necesario entendimiento con el Poder Ejecutivo y la sociedad civil para la elaboración de la reforma fiscal pendiente.
Juntos repasamos las opciones del Senado ante las diferentes propuestas de los sectores productivos del país, y hasta aproveché para agradecer en nombre de la familia, que el Senado de la República -por una propuesta del Senador Vicente Castillo- hubiese hecho un homenaje de reconocimiento a mi viejo, el Profesor McKinney, por sus aportes a la educación, el deporte y la música de la provincia Peravia durante toda su vida.
Claro que también pasamos revista a las crisis de los partidos, y hasta hubo tiempo para lamentarnos por los altos niveles de corrupción que padece el país, la falta de transparencia, la impunidad, los hombres de maletín, las mafias de las contratas, de los inmigrantes indocumentados, los asesinos de las Dunas o la venta de exoneraciones de autos.
Pero fue inevitable. Como el anfitrión principal no llegaba, de la política caímos a la economía, de allí a la cultura y, finalmente, a las mujeres y el diluvio de vida que puede ser su amor.
Con cierto gadejo, comencé citándole a don Ángel González, por aquello de que “siempre alguna mujer me llevó de la nariz, - para no hacer mención de otros apéndices-”.
La conversación subió de tono cuando, para justificar mi crítica por su tendencia a los “amores tardíos”, después de que yo le citara a Joaquín Balaguer (“amor tardío/, última llama que en mi pecho arde/ última flor en el erial vacío/ última luz al expirar la tarde”), el honorable Senador me soltó una frase desde la sabiduría de sus canas. La dijo y cambió el tema, mientras yo tatareaba el “Cuarenta y veinte” de José José, y los versos de mi dilecto amigo, Joaquín Umbrales: “con diez años menos/ muchacha, habría inventado un viaje sin retorno al centro de tu corazón, muchacha (…)”.
La frase fue la siguiente:
“Lo que ocurre es que, ahora, tu relativa juventud no te permite entender que el hombre tiene la edad de la mujer que lo ama”. Y así fue.
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