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Pablo Mckinney
Periodista y escritor dominicano.

Ley o barbarie

January 22, 2018
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“!... si la madre España cae, -digo, es un decir-, 
salid, niños del mundo; ¡id a buscarla!”. César Vallejo.

UNA VIEJA ADVERTENCIA. -

Hace ahora mil años, uno escribió la advertencia: si los responsables de practicar y fortalecer la democracia no son capaces de hacerlo con la autoridad que las leyes les otorgan; si en vez de traernos la libertad,  una “democracia en rolos” la pervierte y la convierte en libertinaje de latrocinio impune, inseguridad y miedo, (“-digo, es un decir-”), si la democracia no sirve para que el ciudadano viva mejor y más dignamente -y no refiero únicamente al aspecto material-, tarde o temprano, ese ciudadano comenzará a desconfiar de la democracia. Y así ha sido. Está siendo. Nunca como ahora, el ciudadano dominicano ha desconfiado tanto de la democracia y sus valores, y nunca ha sido tan descreído y tan frío ante ella y sus amores. Las encuestas, como Latinobarómetro, lo confirman cada vez que pueden. En nuestro país, en décadas de esfuerzo democrático, es la primera vez que el principal partido es el de los que no tienen partido, el PDN, el Partido De Ninguno.

LEYES DE PAPEL. -

La no aplicación de las leyes está amenazando la democracia dominicana y la pacífica convivencia de todos los que habitan este país. Entre tantas leyes como pudiera, cito ahora sólo tres: la ley de tránsito, (la vieja o la nueva), el código laboral y las suyas, y la ley de migración. Poco queda por decir en lo que tiene que ver con la incapacidad del Estado para evitar, por ejemplo, que un vehículo circule en pleno centro de la ciudad sin placa. Salvo que Tatica, la de Higüey, haga uno de sus acostumbrados milagros, todos los esfuerzos por aplicar la nueva ley de tránsito quedarán a medias cuando esta tenga que afectar a quienes tienen la posibilidad de dañar al gobierno, ya sea por su utilidad electoral, por su violencia terrorista o simplemente por el “padrefamilismo militante”. Y así, para la aplicación de cada artículo “problemático” de esa ley habrá un “asigún”, o sea, un “bajadero”, una “lubricación jurídica”. La “Revista” tendrá exigencias según sea usted un honorable “padredefamilia” o un pendejísimo “hijodelagranparada”, para no hablar de los motoconchistas negados a algo tan elemental como el uso de cascos protectores para ellos y su pasajero. Con la ley de migración y el código laboral y sus mandatos pasa igual o peor. El Estado está negado a aplicarle las leyes correspondientes a las mafias cívico militares dominico haitianas que traen indocumentados por encargo, o parturientas en plan tours, (lo que no tiene que ver con el ciudadano haitiano que trabaja legalmente y tiene todo el derecho junto a su familia a recibir atenciones en nuestro sistema de salud), como está negado a someter a quienes contratan mano de obra extranjera indocumentada.

“ORGASMOS MIGRATORIOS”. -

Mientas esto pasa, el país se arrabaliza cada vez más. La situación de las provincias fronterizas es cada vez más grave, y la del resto del país no es mucho mejor; y así se van creando en barrios y campos del país guetos de indocumentados, mientras la termocefalia ultranacionalista sonríe satisfecha en una especie de “orgasmo migratorio”, viendo cómo el gobierno, por irresponsabilidad en su función primera de cumplir y hacer cumplir las leyes, le regala el pretexto que da sustento a sus xenófobos argumentos, esos que le permiten seguir fomentando el odio y el resentimiento, a pesar de los mandamientos de Jesús y su María Magdalena, tan solidarios siempre. Los trabadores haitianos legales son el proletariado nacional, como ese dominicano en la factoría de New York en el siglo pasado o la señora del servició doméstico de la Villa de Madrid, la joven de Paraíso, Barahona, trabajando en El Corte Inglés, pero legales, con derechos laborales y ciudadanos.

 

CUIDEMOS NUESTRA DEMOCRACIA. -

Si los responsables de defender la democracia y sus valores no son capaces de hacerlo con la autoridad que le otorga las leyes, tarde o temprano los ciudadanos comenzarán a desconfiar de la democracia. Cuando esto ocurra, y está ocurriendo, estaremos inaugurando el infeliz reinado del caos y la anarquía, aunque crezca la economía dominicana como China y tengamos Metro y casi Teleférico.

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